TRANQUILAS, TRANQUILOS, ESTOY TRABAJANDO EN LA SECUELA, POR MIENTRAS, UN TROCITO DE CÍCLICO. 

ATENCIÓN: Si no has leído "El Enquiridión", te advierto que este extracto de "Cíclico" contiene Spoilers, te invito a leer el primer libro antes, lo puedes conseguir en la sección de la página que lleva el mismo nombre.

REBORD

El mundo era una página en blanco, virgen e indescifrable, el horizonte inmaculado crecía perpetuo donde mirase, cada espacio entre el Hunra´k y el infinito yacía incoloro, envuelto en una luz perfecta y solemne. En blanco el espacio, en blanco el tiempo. Susurró Rebord. Allí no había nada en lo absoluto, tan sólo el eco de sus pensamientos, el hambre, y el cuerpo de Nain frágil e imperturbable. En blanco el espacio, en blanco el tiempo. Volvió a decir. En un principio se había negado a alimentarse de aquella silueta, había decidido morir antes de lastimarlo, pero con el pasar del tiempo, el hambre se había vuelto cada vez más cruel, y luego de un par de días, su alma se sentía tan débil que la perspectiva de comer parecía un acto de misericordia; al ver que su hambre era saciada y que el alma del Luxus no se veía afectada en demasía, ya no esperaba un día para alimentarse, ahora bastaba tan solo doce horas, y más temprano que tarde, se vio comiendo tres veces al día, en ocasiones sollozaba y juraba morir antes de seguir devorando el alma de su amigo, pero sin importar cuantas promesas hiciera, siempre llegaba el momento en que el hambre vencía su corazón.

Desde que abrió los ojos en aquel lugar, se percató que su cuerpo estaba separado del de Nain, había adoptado una forma humana, dos piernas, dos brazos, un rostro bestial, todo su cuerpo brillaba como de costumbre, marcado con aquellas flechas rojas que siempre apuntaban a su boca, a pesar que se sentía más cómodo con su apariencia cuadrúpeda, quería mantener aquella forma, ya que si Nain despertaba, no quería asustarlo.

No tenía claro cuánto tiempo llevaba en el vacío, no había forma de saberlo, allí el blanco permanecía intacto, como si estuviera detenido por siempre. En blanco el espacio, en blanco el tiempo. Recitaba de vez en cuando, como si fuera una plegaria. La única forma de llevar una cuenta de los días transcurridos, era su hambre, calculaba que su estómago se demoraba ocho horas en consumir la silueta de Nain, por lo que, un día se cumplía cuando había terminado de comer por tercera vez. Se sentó en cuclillas frente al cuerpo del niño, éste seguía inmóvil, incapaz de respirar; mientras contemplaba aquella cáscara blanquecina, de pronto se percató de algo, por primera vez en mucho tiempo, un sonido había surgido en lo profundo, notó a la distancia un susurro que latió sobre el blanco interminable, el sonido era tan leve que a Rebord le pareció imaginarlo, pasaron los minutos y el murmullo continuó, la bestia hecha de luz cerró los ojos para concentrarse y así descubrir la estructura del sonido, al pasar los segundos, se transformó en melodía, y la melodía en la letra de una canción.

Tengo un jardín lleno de cosas para ti

Pero no sé qué haré si hoy no estás aquí.

Rebord levantó las orejas. Hay alguien ahí… más allá del blanco… puedo sentirla. Dijo a sus adentros. Creyó haber escuchado la voz de una mujer, no quería dudar, estaba seguro de que eran palabras, versos de una canción que había escuchado hace mucho tiempo, parecía el recuerdo de un sueño, o del sueño de un sueño. Agachó la cabeza, tenía miedo de caer ante la duda ¿Y si estaba alucinando? Ya lo había hecho antes, se giró para mirar a Nain, pero éste seguía inmóvil, le había quitado la polera para usarla como almohada, después de todo, en aquel lugar no hacía frío, ni calor, en el eterno blanco ni siquiera una briza era capaz de existir, aún así, el piso era tan duro como la roca, por lo que se dispuso a acomodarle la polera en la cabeza, pero al ponerse de pie, se giró otra vez para escuchar las palabras que nacían del horizonte, ahora mucho más claras, más melódicas.

Días extraños y no sé a dónde ir

Podría un día imaginar que estás aquí.

—¿Quién está ahí?— Preguntó al fin la bestia, su voz era tranquila, miraba a todos lados con la esperanza de encontrar a alguien, fue cuando la voz empezó a nacer por todos lados, izquierda, derecha, arriba, abajo, las palabras de la mujer colisionaron entre sí.

Pero es fiel el sueño de querer

Lo se muy bien, no estás tan lejos somos una piel

Lalala lalala... somos una piel... lalala lalala.

Rebord miró a Nain tan pálido y frágil, como una costra de nieve, entonces recordó algo, sin duda esa canción tenía algo especial... De pronto recordó que no era una canción que él hubiera escuchado antes, más bien... era una canción que provenía de los recuerdos del chico, había pasado tanto tiempo comiendo su silueta que ahora no podía diferenciar entre sus recuerdos y los de su amigo. Posó su mano sobre la cabeza del muchacho y acarició su cabello liso y oscuro, luego susurró.

—¿Cómo es que conoces esa canción?— Rebord no esperaba una respuesta... más bien esperaba el silencio habitual, aquel silencio que le corroborara que hasta entonces, sólo había estado alucinando, pero la voz no tardó en alcanzarle como una saeta.

—Esa canción la escribió Nain y Eloy, hace mucho tiempo, cuando aún eran humanos, se supone que no es una canción que debieran cantar... cuando terminaron de escribirla desearon no volverla a escucharla, ya que, la crearon para cuando estuvieran separados.

—Quién eres, por qué has venido.

—Nytlyz podría estar escuchando… no diré mi nombre aquí.

—Entonces qué quieres— Preguntó la bestia.

—Quiero que cantes— Respondió la mujer, al tiempo que suspiraba y luego empezaba con su melodía.

Tengo un jardín lleno de cosas para ti

Pero no sé qué haré si hoy no estás aquí.

Días extraños y no sé a dónde ir

Podría un día imaginar que estás aquí.

Pero es fiel el sueño de querer

Lo se muy bien, no estás tan lejos somos una piel.

Lalala lalala

Rebord alzó la voz para cantar el segundo verso. Notó que su voz era triste, pero de alguna forma supo que era la tristeza de Nain y no la suya.

Tengo un castillo con dragones y un alfil

No me arrepiento de guardarlos para ti.

Reparo el tiempo y tu recuerdo se hace gris

Pero aún siento tu silueta por aquí.

Luego la voz de la mujer se unió a la voz de la bestia y cantaron juntos.

Pero es fiel, el sueño de querer

Lo sé muy bien, no estás tan lejos somos una piel

No importa el tiempo o la distancia que hay sin fin

Sabemos bien, no estamos lejos, somos una piel

Lalala lalala somos una piel

Lalala lalala somos una piel.

En ese mismo instante la silueta de Nain reaccionó, se elevó hasta casi hacerse visible y luego desfalleció, como si hubiera dado un largo suspiro. Rebord se puso de pie conmocionado.

—En todo este tiempo su silueta jamás había reaccionado— Anunció, con la voz esperanzada.

—Nain está muerto... al igual que tú, pero eso no quiere decir que no existan... — Respondió la voz.